martes, 17 de abril de 2012

Tributo al Jeans


Hoy estaba pensando en cómo van cambiando nuestros gustos, y como consecuencia, nuestro patrón de consumo a lo largo del tiempo. Sin embargo, creo haber sido bastante estable, ya que desde chica invertía gran parte de mis ahorros en ropa. Obviamente me encantaba contar con muchas Barbies para poder replicar la novela Perla Negra, pero tenía una obsesión que era eliminar del guardarropas los vestidos con volados infantiles que mi mamá insistía me quedaban espectaculares. Ahora me pongo a pensar en lo afortunados son los chicos de hoy: Akiabara, Cheeky y Mimo hacen la ropa cada vez más parecida a la de los adultos. Que lindo es caminar por la calle y escuchar la frase de las mamás: “Valentina elige que ropa ponerse... me vuelve loca!”

Pero no quiero irme de tema, y vuelvo a mi pasión por la ropa desde siempre. Cuando tenía 10 u 11 años, comenzó la moda de los jeans elastizados. Basicamente los amaba y necesitaba. Hoy no estoy tan segura de los beneficios que tienen para resaltar nuestras bondades, pero en esa época pensaba que eran el mejor invento de la humanidad. Finalmente, y después de arduas negociaciones con mi madre para convencerla que tenía con los ahorros suficientes para afrontar la inversión, me llevó al local (no label). Que felicidad tenía. Sentía que era el comienzo de la adolescencia, iba a tener mis primeros jeans increíbles (con todo lo que implica esa prenda en la vida de una persona).

La vendedora se equivocó impresionantemente y me dio dos talles menos del que me correspondía. No les puedo explicar el sufrimiento que fue probarme el primer talle. No podía subirlos ni hasta la rodilla, hasta me bajó un poco la presión en el probador. Por supuesto, salí con la cara cual tomate cherry disimulando a pedir un talle más. Mis principios hacen que no pueda reconocer en una primera instancia que en realidad son dos talles más los que necesito. Aunque sabía que el segundo intento no iba a ser con éxito, igualmente me probé el pantalón azul elastizado. La sensación de estar en una cárcel  llamada jeans continuaba. Dicen que uno con el tiempo bloquea los momentos malos que pasó en su vida. Mi cerebro no permite que olvide esa imagen, para que nunca en la vida la vuelva a repetir.

La tercera fue la vencida, y compré el primer jeans elastizado elegido por mi y pagado con mis ahorros. La sensación de ir a la caja, sacar la billetera con todo la plata en cambio para pagarlo fue increíblemente gratificante. Miré a mi mamá y se que las dos tuvimos la misma sensación: no sólo había ganado una batalla (la compra del elastizado), si no que también estaba ganando la guerra (los vestidos de flores estaban perdiendo lugar en el placard).

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